Telecomunicaciones

Salud

Seguro de Auto

Educación

Blog

Cómo la dieta ancestral puede mejorar nuestra salud en el siglo XXI

En la búsqueda insaciable por mejorar nuestra salud y bienestar, muchas veces dejamos de lado las prácticas y conocimientos ancestrales que poseían nuestros antepasados, conocimientos que sobrevivieron a través de generaciones y que hoy, en el siglo XXI, resurgen con fuerza como alternativas válidas para contrarrestar los males de la vida moderna.

La dieta de nuestros ancestros, basada en alimentos naturales, frescos y sin procesar, ha comenzado a ganar terreno y ser reconocida por su potencial para prevenir enfermedades y mejorar nuestra calidad de vida. ¿Pero qué entendemos realmente por 'dieta ancestral'?

En esencia, se trata de una forma de alimentación que imita las selecciones dietéticas que hacían los humanos antes de la era industrial, enfocándose en alimentos enteros, como frutas, verduras, tubérculos, frutos secos, semillas y proteínas animales de calidad. La dieta paleo es quizás la más conocida de este tipo de enfoques, aunque no es la única.

En Ecuador, este interés por lo natural y ancestral se ve reflejado en el aumento del cultivo orgánico y en el uso de alimentos como la quinua, el amaranto y la chía, productos locales que, durante siglos, han formado parte vital de la alimentación de comunidades indígenas y hoy se suman como superalimentos a esta filosofía de vida.

Además, la dieta ancestral promueve una relación consciente con la comida, alentando a comer de una manera que nuestro cuerpo está biológicamente diseñado para digerir. Esto hace frente a la creciente epidemia de enfermedades crónicas no transmisibles, como la diabetes y la obesidad, que están fuertemente relacionadas con la alimentación moderna alta en azúcares y carbohidratos refinados.

Por otro lado, adoptar una dieta similar a la de nuestros ancestros no solo afecta positivamente nuestra salud física, sino que también influye en nuestra salud mental. La conexión entre intestino y cerebro es fundamental para mantener un estado emocional equilibrado, y una alimentación natural y densa en nutrientes juega un papel esencial en la prevención de trastornos como la depresión y la ansiedad.

A medida que más estudios respaldan el impacto positivo de este tipo de dieta en el microbioma intestinal y en los niveles hormonales, crece el interés por recuperar estos hábitos perdidos en un mundo que se mueve cada vez más rápido.

Sin embargo, no todo es sencillo. Regresar a una dieta ancestral en un entorno urbano y globalizado presenta retos significativos. Desde encontrar productos frescos y locales en supermercados hasta cambiar hábitos tan arraigados como el consumo de snacks procesados y bebidas azucaradas, el viaje hacia una alimentación basada en nuestras raíces requiere de esfuerzo y compromiso.

Para aquellas personas interesadas en retomar las riendas de su salud a través de la alimentación ancestral, es aconsejable acercarse a los mercados locales, conocer a los productores, y quizás, dar el paso hacia una pequeña huerta casera que permita tener acceso a alimentos frescos y sin pesticidas.

Hay que destacar, además, que la dieta ancestral no se trata únicamente de copiar lo que hicieron nuestros antepasados, sino de adaptar sus principios a las necesidades individuales y el contexto de cada persona. Lo que era bueno para un cazador-recolector hace miles de años puede no ser exacto para alguien que vive en una ciudad moderna, pero los principios básicos de comer naturalmente y con sentido común son universales.

Finalmente, más allá de una mera moda, la dieta ancestral es una invitación a conocer nuestras raíces, a valorar el legado nutricional de nuestros ancestros y a adoptar un enfoque más consciente y respetuoso hacia el medio ambiente. En un mundo donde lo inmediato y lo rápido predominan, mirar al pasado podría ser la clave para un futuro más saludable y equilibrado.

Etiquetas