Por qué el cacao ecuatoriano sigue siendo el 'oro marrón' del mundo

Por qué el cacao ecuatoriano sigue siendo el 'oro marrón' del mundo
En las vastas plantaciones de cacao que cubren las tierras bajas de Ecuador, se teje una historia de tradición, resistencia y sueños. Es el cacao ecuatoriano, a menudo llamado el ‘oro marrón’ del mundo, que se cultiva en las fértiles regiones de Manabí y Los Ríos. Este producto, además de ser un motor económico importante, ha compuesto intricados lazos culturales y sociales que son parte del alma ecuatoriana.

El cacao no es solo una planta; es un legado que ha pasado de generación en generación, desde el tiempo de los mayas hasta la actualidad. Ecuador es uno de los principales productores de cacao fino de aroma, constituyendo aproximadamente el 60% de la producción mundial. Sin embargo, este proceso tan lucrativo y rico en historia tiene capas de desafíos que los agricultores enfrentan diariamente.

En un relato con tintes de documental, se visitaron varias fincas para comprender la magnitud de esta faena. Paquito Reinoso, de 65 años y dueño de una plantación de 20 hectáreas en Balao, comparte que la maroma de vender cacao a buen precio es una danza compleja y continua. La calidad del grano puede verse amenazada por factores climáticos, como las lluvias torrenciales y la sequía prolongada. A estas amenazas se unen las plagas, como la monilia, que han atacado silenciosamente sus tierras en más de una ocasión.

“La India ya está produciendo una calidad similar y África no se queda atrás”, comenta Reinoso, mientras analiza los granos. “Pero lo que nos hace únicos es el aroma y sabor que no se puede replicar. Es como una sinfonía de la tierra”. Los productores están al tanto de la intensa competencia global, pero se mantienen firmes, rebeldes y orgullosos como su cacao.

En un intento por contrarrestar estos desafíos, se ha impulsado la innovación en las fincas. Las técnicas de cultivos modernos y el uso de tecnología para control de plagas han comenzado a cambiar el panorama. Graciela Morejón, ingeniera agrónoma y defensora ferviente del cacao ecuatoriano, nos introduce al fascinante mundo de las micorrizas. Estas son asociaciones simbióticas que ayudan a fortalecer la resistencia de las plantas contra enfermedades mientras mejoran el sabor del cacao.

Sin embargo, no todo se queda en la tierra. El procesamiento del cacao también es clave. La cuidadosa fermentación y el secado son el corazón del proceso, lo que transforma los granos en una delicadeza indulgente. Los pequeños exportadores buscan diferenciarse en nichos de mercado, satisfaciendo a los paladares más exigentes en Asia y Europa.

Ricardo Valencia, propietario de ‘Cacao Dreams’, una chocolatería boutique en Quito, enfatiza la importancia de contar estas historias al mundo. “Cada barra que ofrecemos tiene detrás un rostro, una familia, un montón de esperanzas”, dice Valencia. “El reto es mantener la sostenibilidad y respetar el trabajo de quienes están en el campo”. En su tienda, las diferentes variedades de chocolate y las narrativas detrás de cada uno se exhiben con orgullo.

El cacao ecuatoriano es un microcosmos del país; una combinación de riqueza natural, exuberancia cultural y lucha tenaz. En medio de un mundo que busca la globalización acelerada, Ecuador nos invita a recordar el valor de lo auténtico, de lo orgánico y de lo local, aferrándose al alma del cacao, su verdadero ‘oro marrón’.

Los desafíos están lejos de desaparecer, pero el entusiasmo y el crédito que acompañan al cacao ecuatoriano son un recordatorio de la resiliencia del pueblo ecuatoriano. Con cada cosecha, con cada semilla plantada y cada nueva generación que hereda este vasto conocimiento, estos cultivadores siguen esparciendo al mundo un mensaje dulce y persistente.

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